Entropía judicial
Tótum revolútum
“Justo en el medio del campo maligno
se abre un pozo bastante largo y hondo,
del cual a tiempo contaré las partes .”
(La Divina Comedia, Dante Alighieri)
Habida cuenta de los testimonios relatados y denunciados ante nuestra institución, uno podría decir cuando ingresa al mundo de los procesos judiciales de familia lo que el poeta Dante dijo a la entrada del infierno: “Perded toda esperanza al traspasarme”.
Efectivamente, el comportamiento no decreciente de la actitud de no resolución de los claros conflictos planteados a un Magistrado de Familia, me recuerda a mis estudios de física relacionado con el comportamiento de una medida de la Física llamada entropía, que mide el grado de desorden de un sistema cerrado.
Es una cuestión de experiencia diaria que el desorden tiende a aumentar, si las cosas se abandonan a ellas mismas. En el fuero de Familia, sucede algo similar a lo que dice la segunda ley de la termodinámica (volviendo a la Física) esta ley dice que en cualquier sistema cerrado el desorden, o la entropía, siempre aumenta con el transcurso del tiempo, de no existir una asistencia externa que lo frene. En otras palabras, las cosas dentro de un juzgado de Familia siempre tienden a ir mal para una familia judicializada.
Cuando nosotros, los ciudadanos, tenemos algún tipo de conflicto que no podemos solucionar por la vía del “buen entendimiento”, acudimos al servicio público de justicia y le solicitamos a un juez que intervenga y luego de un breve tiempo, aplique la ley para terminar con el problema, pero como vemos esto está muy lejos de la realidad. Salvo en unas pocas ocasiones, alguna vez la sensatez primará sobre las decisiones de los magistrados.
Es algo parecido al bien conocido ejemplo del ejército de monos martilleando sobre máquinas de escribir; la mayor parte de lo que escriben serán cosas sin sentido, pero muy ocasionalmente, por puro azar, imprimirán una de las estrofas de “La Divina Comedia” .
¿Porqué tendría que ser de otra manera? La respuesta, entonces, es simple: si hubiese sido diferente, nosotros no estaríamos aquí!.
Esta singularidad crea un dilema: ¿para qué recurrir a la justicia si ésta no nos soluciona el conflicto?, o acaso ¿será que en esta forma de no resolución del conflicto está implícito el Némesis de divorcio?.
En mi opinión personal, como así también, en la de muchos entendidos en el tema, estamos inmersos en un caos generalizado en cuanto a la legislación vigente en el fuero de Familia.
Este modelo está muerto como práctica legal, aunque mucha gente no parece haberse enterado de su fallecimiento y todavía siguen aceptándolo como si fuese lo único viable.
Este fenómeno intrínseco resulta elocuentemente claro cuando se advierte que no se aprueban y no se sancionan leyes que gobiernen al fuero de Familia Civil durante los últimos 10 años o no se las cumple.
De una observación detallada, la primera alarma que se enciende, es el principio de incertidumbre que reina en el fuero de Familia que limita notoriamente cualquier capacidad de predicción de solución del conflicto, aún sin importar el tiempo empleado para ello, la segunda alarma es que cuando vemos que existe una responsabilidad depositada y no se resuelve, y no queda otra cosa que asumir que estamos ante una gran hipocresía o frente a una notoria complicidad.
La razón por la que habitualmente se dice que los jueces no tienen libertad propia de acción es porque podemos predecir lo que harán. Están obligadamente sujetos a los distintos códigos, leyes, tratados internacionales para fundamentar sus fallos.
Pero, como las leyes de Familia son escasas e incompletas, el principio de incertidumbre gobierna, por lo tanto, los fallos están ineludiblemente cargados de arbitrariedades y subjetivizaciones ideológicas y además están sugeridas inicialmente por razones estéticas o antojadizas.
Nuestro estudio se concentra en una comprensión gradual de que los hechos “legales de familia” ocurren en forma arbitraria, reflejan un alto grado de desorden subyacente, el cual está perjudicando a una familia judicializada victimizándola en un divorcio patológico en vez de solucionar el conflicto planteado, teniendo que quedar absurdamente en un estado civil "procesado" casi in eternu.
Por Héctor Alejandro Baima (2005)
Presidente