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21/03/2015

verdadera y falsa denuncia (2) en Familia

Abuso sexual:
Verdadera o falsa denuncia y sus implicancias para el niño
Dra. María Lea Kuperman de Kuitca *

La necesidad de continuar investigando sobre la compleja disciplina de la violencia social en general y del maltrato infantil familiar en particular me han conducido al cuestionamiento de las formas que toman las denuncias sobre abuso sexual, por ejemplo estudiar la procedencia de tales denuncias, a quién se dirigen, cómo quedan implicados los equipos diagnosticadores y el destino de los diagnósticos.
Quiero transmitir cuál es la comprensión desde el enfoque psicoanalítico de estos temas.
Sabemos que el concepto de que los niños pueden ser maltratados y dentro de este marco también ser abusados sexualmente es relativamente reciente en relación al tiempo que requiere la humanidad para enfrentar cambios. Dice Martín Hopenhayn en el prefacio de Después del nihilismo. De Nietzsche a Foucault, que tal vez el lector pueda reconocerse también como protagonista en este ir y venir entre la expansividad que producen los cambios y el sentimiento de vacío que les prosigue; y tal vez comulgue con esta rara mezcla de movilidad y desencanto que cruza y sacude a quienes nos tomamos a pecho el ideal de un espíritu libre.
El concepto de Abuso Sexual se utiliza consensualmente confundido con el de violación, razón por la cual en general no es reconocido dentro del ámbito familiar nuclear o extendido en el que sucede. Brevemente diremos que violación es un hecho policial, abrupto, ocasional, cometido en un alto porcentaje por alguien extraño al grupo familiar, donde suele haber compromiso de los genitales de ambos partícipes, o sea de ofensor y víctima.
El diagnóstico de abuso sexual grave es más o menos sencillo, dado que presenta evidencia de lesiones anales o vaginales internas o externas o embarazo en caso de una púber, pero en la gran mayoría de los casos dicho diagnóstico es dificultoso, sobre todo si se utiliza el concepto ampliado de abuso sexual en el sentido de tocamientos o todo tipo de conductas perversas que comprometen a un niño.
El abuso sexual es un hecho reiterativo que comienza a temprana edad; pueden estar implicados o no los genitales de ambos participantes, es llevado a cabo por familiares, parientes o amigos. El grupo familiar siempre se encuentra implicado, consciente o inconscientemente, de diversas maneras. Remarco la idea de compromiso familiar porque esto hace que en tanto no haya denuncia por parte del niño o sea develado y evidenciado por alguna persona ajena al grupo familiar —como ser maestros o pediatras—, el abuso puede continuar durante años, constituyéndose los grupos convivientes en incestuosos o perversos.
El componente fundamental que obstaculiza tanto el diagnóstico como la posibilidad de que la familia implicada en estas acciones sea pasible de ayuda y promoción reside en el horror por el incesto, horror que al ser negado crea una situación de negación de la negación y por lo tanto una "esclavitud" en el sentido nietzscheano del término, que permite que se siga enmascarando, persuadiendo, seduciendo y forzando al otro a someterse.
Necesitamos poner en marcha una dinámica desenmascaradora, pero lo común es que nos encontremos en las situaciones de Presunción de Abuso Sexual, donde se transmuta el logos de la verdad en una astucia crítica sobre el logos.
Me referiré, como lo indico en el título de la presentación, a una situación bastante típica en la que pueden aparecer denuncias de abuso sexual de un progenitor con respecto del otro y es sobre todo en situación de divorcios controvertidos, especialmente en cuanto a la disputa por la tenencia de los hijos. Esta situación puede llevar a lo que llamaríamos "presunción de falsa denuncia". Se trata de una situación muy compleja no sólo para el aspecto legal, sino también para el aspecto psicológico; se trata de una estructura de conducta de los adultos partícipes, conflictuados en relación al uso consciente o inconsciente del self del niño por encontrarse el adulto en un vínculo de mismidad.
Podemos estudiar dos modalidades dentro de esta "presunción de falsa denuncia": una forma consciente, que llamaríamos "psicopática y vengativa", y la otra que estaría motivada por la angustia de pérdida que pone en marcha un estado depresivo frente a la separación de la pareja y al temor a la pérdida de amor de los hijos. La primera modalidad la llamaríamos en términos legales "con dolo", en tanto la segunda sería "sin dolo".
La complicación de estas situaciones está a la vista. En la mayoría de los cuadros de abuso sexual no se presentan evidencias genitales y contamos solamente con las expresiones verbales, lúdicas y gráficas de los niños. Estos elementos son tomadas como evidencias por algunas disciplinas y no por otras.
Frente al diagnóstico, una vez tomados los primeros recaudos que proporcionen seguridad al niño se impone la necesidad de tomarnos todo el tiempo requerido para recabar el máximo de datos posible, como ser el estudio de la estructura de personalidad del padre, de la madre, de los parientes y amistades cercanas y del medio social al que pertenecen.
Entiendo que el lector estará pensando cómo lograr semejante base de datos cuando se está frente a una situación que ha levantado gran ansiedad entre los participantes, familiares y profesionales. Sostengo que no hay otra posibilidad, pues cada caso de abuso sexual es único, presenta una enorme variedad de características a la investigación y responsabilidad de los investigadores.
Contrariamente a esta idea, lo que solemos ver es el daño que se produce al niño cuando la denuncia no se efectúa con el consiguiente cuidado de pensar en él como el personaje central de este drama. Me refiero a que tanto la denuncia resulte verdadera o falsa, sea hecha con o sin dolo, el común de los padres actúa según las propias experiencias infantiles en su desarrollo psicosexual dentro de un determinado ámbito familiar, o sea que suele privar el pánico inconsciente por el deseo incestuoso negado.
De esta manera nos encontramos con una total intolerancia para que los padres se tomen el tiempo necesario para asumir su propia angustia; no pueden desvincular su estado emocional actual del futuro emocional del niño que se encuentra en sus manos. Esto trae como consecuencia que no pueden controlar las acciones impulsivas y una vez que han recurrido a la acción de la justicia, tampoco pueden ir en busca de que protejan al niño y no lo dañen con prematuras medidas penales sobre los padres que dificultan los diagnósticos e impiden los tratamientos indicados. Esto se ve agravado por la impericia profesional.
Lo que solemos ver en estos casos es que los adultos litigantes tienen, cada uno por su lado, abogados que suelen aumentar el litigio, pero el niño no tiene defensor. Los niños necesitan algo más que un técnico para asegurar precisión legal, necesitan más que un observador pasivo e informador a la corte: necesitan un defensor. No hay consistencia en la figura del defensor del niño si los profesionales participantes no profundizan el conocimiento sobre el tema del abuso sexual y de las distintas formas en las que este cuadro se presenta.2
Repito: las pautas básicas en el diagnóstico son, en orden de importancia: primero dar credibilidad al niño, segundo protegerlo y luego investigar muy minuciosamente la situación en términos de presunción de abuso para medir el grado de promoción familiar.
Como se comprenderá, estamos frente a una situación muy especial. Es como decir que vemos con certeza que algo es de un determinado color, pero debemos demostrarlo, pues dicha afirmación puede traer serias consecuencias; esto es, la participación emocional y mental del niño para toda su vida, sobre todo al incrementarse los elementos postraumáticos, como ser cuando uno de los padres queda inculpado y desaparece del hogar o queda privado de su libertad por habérsele dado curso desde la justicia penal o bien el niño puede volver a quedar desprotejido si continúa la convivencia.
Dentro del tema de la presunción del abuso sexual, el punto central del diagnóstico es discriminar si se está frente a una situación de abuso llevada a cabo por un paidofílico fijado o de un paidofílico regresivo. La motivación para el abuso sexual puede consistir en una situación impulsiva dentro de un período de la vida de una persona, donde se podría utilizar el término de "neosexualidades", de la Dra. Joyce MacDougal, hasta una compulsión ritualizada en una personalidad psicopática grave, diferenciándose en un principio por el tipo de coerción, castigo y perversión impuesta sobre el niño.
El paidofílico es una persona que permanece ligada a una elección primaria de objeto, pregenital, lo que determina una marcada imposibilidad de establecer vínculos sexuales maduros con personas de su misma edad una vez pasada la adolescencia. Las motivaciones son variadas y van desde carencias severas afectivas hasta sobreestimulación sexual o experiencias violatorias y abusivas en su propia infancia.
Estas patologías pueden funcionar como núcleos aislados dentro de la personalidad total, lo que, como se comprenderá, complica enormemente el diagnóstico y el pronóstico. El paidofílico fijado es la persona que generalmente encontramos en los hechos de violación: constituyen un peligro para la sociedad y sus acciones se caracterizan más por la descarga de su perversidad, que implica agresión básica, que por la búsqueda de un objeto amoroso; son personas que tienen muy mal pronóstico, aun con tratamientos. Ocurre que desde la justicia, si no se proporciona un diagnóstico muy prolijo, se confunda al transgresor regresivo con un paidofílico fijado.
El abusador regresivo ofrece mejor pronóstico con tratamiento y es la personalidad que se encuentra comúnmente en la dinámica incestuosa. Se relaciona con el niño como si éste fuera adulto y espera reconocimiento y validación, es decir, no busca gratificación sexual per se, sino la evidencia de que es valorado y amado sin riesgo de rechazo o sentimiento de incompetencia sexual. El abusador regresivo suele actuar desde una situación emocional condicionada por un severo estado depresivo o melancólico, como puede ser la pérdida de la pareja o la separación
del hogar; no busca relaciones fuera del hogar mientras dura la organización endogámica incestuosa inconsciente entre todos los miembros de la familia. La preferencia de amor está colocada en los niños, ya que éstos, de acuerdo con su desarrollo emocional, pueden con curiosidad, amor y sin quejas llegar a establecer dicho tipo de relación. Cuando esta situación se prolonga por largo tiempo se agregan situaciones de violencia por el temor a las consecuencias en la develación.
Este tipo de problemas que consideramos de patología severa por la acción sobre el niño, nos enfrenta con la necesidad de que los tratamientos psiquiátricos y psicológicos comiencen cuanto antes para todos los miembros del núcleo familiar interviniente, para evitar traumas mayores. En el enfoque psicoanalítico se trabaja sobre la organización temprana de la personalidad, que como se comprenderá está directamente relacionada con la producción de la patología que nos ocupa.
Mi aporte al concepto de falsa denuncia se refiere a que si bien desde el punto de vista legal es imprescindible clarificar la situación, ya que de ella depende la seguridad de los niños y que continúen o no relacionándose con los padres inculpados u otros adultos significativos, pienso que desde el punto de vista psicológico la comprobación de falsa denuncia es una verdadera autodenuncia de maltrato en cuanto a la victimización realizada sobre la criatura que ha sido objeto del conflicto entre adultos.
Quiero significar que la falsa denuncia, denuncia a su vez que en ese hogar un niño puede ser objeto de presenciar violencia entre los padres, de recibir modelos vinculares que van generando en él la noción de vivirse como objeto-cosa y no de sujeto discriminado en su subjetividad —afectos y pensamientos—, dado que el niño obtiene esta noción en el interjuego de sus impulsos primarios y las consignas emocionales y verbales adquiridas en su crianza.
Los profesionales en general y los jueces en particular no deberían dar por finalizada la causa con la prueba de falsa denuncia, pues dejan al niño desprotejido en manos de un falso denunciante, o sea de una persona que comete mal trato, haya sido consciente o inconsciente la intensión de la denuncia.
Otro problema que se plantea es que las personas acusadas cuando quedan libres de la justicia penal, aun cuando obtengan la libertad por "beneficio de la duda", comienzan a establecer pleitos por mala praxis pidiendo indemnizaciones por daños y perjuicios; esto nos remite a la necesidad de estudiar una reglamentación que otorgue cierta inmunidad a los equipos de diagnóstico.
Paso a relatar brevemente una situación para ilustrar parte de los conceptos de este trabajo:
Natalia, de 3 años de edad, con padres en proceso de divorcio controvertido, hace un relato a la madre sobre costumbres en la convivencia con el padre: habla de cosquillitas en la cola. Los niños pequeños, aproximadamente hasta los 4 años de edad, no tienen reparos en hablar de temas sexuales, pues no consideran que no corresponden al trato con los más íntimos hasta que sobrevienen amenazas por parte del adulto o bien una sobreexigencia a su nivel erógeno tolerable. En este caso no hubo amenazas ni coerción alguna. La madre y sus asesores legales recurren rápidamente a la vía legal en lugar de limitarse a suprimir las visitas de la niña a casa del padre, o sea no permitir el encuen
tro a solas y comenzar las consultas con profesionales especializados: asistentes sociales, psicoanalista y psicólogos para ser asesorados. En un segundo tiempo, cuando el juez decide la suspensión de las visitas de la niña al padre y establece el diagnóstico y tratamiento de éste, la madre se niega a concurrir a las entrevistas con la psicoanalista designada para la tarea con el padre, a pesar de que ésta le explicara por teléfono los alcances de las reuniones, o sea que se trataba de poder explicarle la ideología de trabajo, y tampoco proporciona los datos de los terapeutas de ella y de la niña para poder trabajar en equipo, como es imprescindible, sobre todo en los casos en que se piensa, como en éste, que se trata de una paidofilia regresiva con buen pronóstico a lo largo de un tiempo suficiente de tratamiento.
Como se ve, la madre no cree y no puede concebir haber tenido que ver en las situaciones planteadas, a pesar de que en las primeras consultas en la derivación diagnóstica para la niña en el momento de la denuncia había comentado con otra terapeuta que algunos elementos del trato del padre con la niña le habían llamado la atención durante la convivencia.
La negativa a formar parte del diagnóstico constituye una nueva situación de maltrato y es la razón por la que sostengo que las denuncias llamadas "verdaderas" o "falsas" siempre implican maltrato sobre el niño cuando no está considerado, una vez obtenida la seguridad del mismo, su desarrollo psíquico futuro y las graves consecuencias por la pérdida de la relación con sus progenitores en cuanto al rebosamiento del sentimiento de desprotección y la imposibilidad de un buen desarrollo identificatorio en su propio sexo y el vínculo con el sexo opuesto, aun cuando conviva con uno de los padres.
Es por demás evidente la necesidad de estos intercambios interdisciplinarios y la autoobservación de los profesionales que nos implicamos en estos temas, dado que por nuestra condición humana también vivimos
el horror al incesto, negamos el conflicto y actuamos en perjuicio de nuestros menores.
*Bibliografía

(*) María Lea Kuperman de Kuitca, "Abuso sexual", en: Diana Becher de Goldberg (comp.), Maltrato infantil. Una deuda con la niñez, Urbano, 1995


 
 
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